Mateo Martínez está convencido de algunas cuestiones: de que el próximo rector de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT) se definirá en balotaje -y se anima a pronosticar que él será uno de los que llegarán a la segunda vuelta-; de que el escenario electoral presenta un importante nivel de fragmentación -y celebra que así sea-, y de que se debe reformar el estatuto -y no le desagrada que hasta que ello ocurra se conforme un gobierno de coalición, que priorice lo programático por sobre el reparto de cargos-. Durante una hora dialogó con LA GACETA en el Decanato de Medicina. Habló de por qué insisten en “bajarlo” de la carrera rectoral -en especial, desde el oficialismo-; no consideró una prioridad la recuperación de Canal 10 para la UNT, y cuestionó la megaminería a cielo abierto. La entrevista se dio como sigue.
- ¿Por qué lo quieren bajar?
- Por mi irreverencia. En las facultades nace, crece y se desarrolla la universidad. El Rectorado debería ser sólo un coadministrador de los recursos para que en las facultades se den las mejores condiciones académicas. Y que desde una facultad hayamos tenido el atrevimiento, la osadía de intentar una construcción horizontal, usando la palabra como herramienta y el respeto interpersonal como estilo; buscando voluntades, tratando de seducir con las mejores propuestas... Es decirnos “¿cómo osan desafiar el poder instituido?”. Históricamente, el Rectorado buscó reproducirse a sí; en biología, eso se llama endogamia. Cuando al Rectorado le queda poco tiempo, el establishment empieza a ver cómo hace para seguir en el poder.
- Pero, ¿por qué no ocurre eso con los otros candidatos?
- Los irreverentes somos nosotros. Vale recordar que tras la construcción política de Eduardo Coletti hay un aparato institucional que supo tener un marcado poder en la UNT (N. de la R.: se refiere a que gran parte del equipo político de Coletti responde al diputado nacional Luis Sacca).
- Alicia Bardón dice que gana en primera vuelta. ¿Qué opina?
- Si hubiere certeza en el resultado electoral, ¿por qué tantas expresiones públicas, mediáticas, cibernéticas, interpersonales? ¿Por qué la preocupación? Es contradictorio; por un lado buscan negarnos -negar la existencia del otro es un argumento complicado en política-; por el otro, trasuntan certezas que no se tienen. Eso da como resultado una profunda contradicción existencial y política. Hasta que no se saque el último voto de la urna no habrá certezas para nadie. La probabilidad de que alguien gane en primera vuelta es igual a cero.
- ¿Cómo se ve en la elección?
- Tenemos expectativa de entrar al balotaje. Tal convicción se basa en que percibimos un clima universitario de mayor autonomía; algunos asambleístas nos dicen que les molesta que fulano diga que es dueño de su voto. Esta percepción es colectiva; la Asamblea Universitaria puede deparar más de una sorpresa.
- Si no llega al balotaje, ¿a cuál de los otros candidatos apoyaría?
- Quedar excluidos es una hipótesis extrema que aún no consideramos. Entre ambas vueltas nos reuniríamos y lo discutiríamos, como siempre: cara a cara. En rigor de verdad, nuestra irreverencia logró conjugar una cantidad de voluntades que resultarían un fuerte factor de equilibrio hacia un lugar u otro. De todos modos, tengo la tranquilidad moral acerca de lo que venimos haciendo y la esperanza en el resultado. Y si este fuera electoralmente adverso, políticamente estoy muy tranquilo. En 18 meses de trabajo contribuimos a cambiar la práctica de la política institucional de la UNT; ya no es tan la de los aparatos, sino también la de las ponencias y discursos. Que un candidato se ponga a hacer un powerpoint; que se atreva a un debate ante 60 personas; que escriba un detallado plan de gobierno son innovaciones. Y estas desconciertan al que tiene el poder. De ahí la irreverencia: nos atrevemos a innovar ante los que prefieren el status quo.
- Más allá de lo que digan las urnas, ¿cómo ve el escenario?
- Muy fragmentado. Eso es bueno. Los seres humanos razonamos, oímos nuestra cabeza y corazón. Confío en que dentro de la fragmentación hay 156 voluntades que tomarán una decisión y elegirán el rumbo. Parte del proceso de madurez democrática es que 156 universitarios se sienten a escuchar el “alegato final” de cada uno de los cuatro candidatos. Qué escenario interesante: 156 asambleístas oyendo a cada candidato; eso es democracia. Esta fragmentación puede causarle incertidumbre a algunos, porque antes era más sencillo: ganaba A o B, según la “potencia de fuego” de cada uno. Hoy no es así: existimos cuatro candidatos, con más o menos peso; y no tengo dudas de que llegaremos los cuatro.
- ¿Cómo puede capitalizarse esa fragmentación positiva?
- Gane quien gane, este año debe promover la reforma del estatuto. Urgen al menos dos modificaciones: incluir la carrera docente y cambiar el régimen electoral. Con el voto indirecto, la soberanía no se expresa de manera taxativa, sino intermediada una o dos veces. Además, no existen institutos que promuevan la participación continua de la gente; y eso genera el “voto y me voy, te vuelvo a ver en cuatro años, para premiar y castigar”. Mientras no haya referendos y audiencias públicas, el auge de la participación ciudadana no se producirá; y la democracia seguirá siendo delegativa y de baja intensidad.
- Eso implicaría un cambio en el régimen de gobierno...
- Podría ser un régimen más parlamentarista. Acá rige el método de suma cero: el que gana se lleva todo. Eso alimenta la falsa dicotomía amigo/enemigo. Propongo un régimen muchísimo más horizontal, en que cual se promuevan coaliciones de voluntades; en la que el Consejo Superior deba anualmente brindar un voto confianza; en el cual el Consejo de Decanos pueda decirle al rector que no le gusta el rumbo que está llevando en materia de ejecución presupuestaria. La universidad como institución no cumplió 1.000 años, pero la UNT, como modelo institucional, tiene 1.000 años. Está viviendo desfasada a su época. Eso genera la aparición de intersticios en que se puede hallar cualquier cosa.
- Como qué...
- Como que la voluntad ciudadana no se exprese con claridad; como que el derecho de votar libre y limpiamente esté a veces condicionado por variados estímulos. Esos intersticios sólo desaparecen con un cambio de régimen institucional.
- Y previo a la reforma del estatuto, se puede hacer algo que responda a esa fragmentación?
- Me gusta mucho la idea de la coalición de voluntades. El que cree que sólo él salvará la UNT está equivocado. Coaligar voluntades; decir: “¿por qué no hacemos un gobierno de coalición; transicional, de un año o dos, hasta que se reforme el estatuto”. Sería una hipótesis interesante.
- Pero, ¿resulta factible?
- Veo un par de condicionantes. Una hipótesis de gobierno de coalición debe estar centrada no en el reparto de espacios, sino en el respeto a condiciones básicas. Para coaligar voluntades, e intenta plantear un acuerdo global que saque a la UNT de la crisis estamos absolutamente dispuestos a hablar con quien haya que hablar. Pero lo primero es la discusión programática; luego acordamos el cómo y, finalmente, el quién. No puede ser al revés.
- ¿Tiene algún “innegociable”?
- La reforma del sistema electoral, la carrera docente -el sueldo promedio del sector en la UNT es dos tercios del salario promedio del no docente, sin hablar de inestabilidad- y la necesidad imperiosa de aumentar la extensión universitaria -la UNT como institución de servicio-. Son cuestiones centrales. Esas tres cosas, y dígame qué hay que firmar. Si esas tres cosas se cumplen, no me importa quién las haga.
- YMAD y Canal 10.
- Canal 10 se pierde la enorme producción intelectual, artística y científica de la UNT. Hoy dista de ser un canal universitario. Por otro lado, sostener financieramente un canal de aire es muy complejo; y uno debe preguntarse si hoy, en el Siglo XXI y con el desarrollo mediático que hay, es materia de una universidad. Hoy, a 50 años, ¿es bueno mantener eso a costa de un esfuerzo económico institucional, cuando existen variantes como lo digital? Y respecto de YMAD... soy médico de Trabajo, con formación en epidemiología ambiental. Sé que una mina a cielo cerrado es más insegura para el trabajador, pero que su impacto ambiental es casi nulo. Como contrapartida, la mina a cielo abierto puede proveer de mejores condiciones laborales, pero produce un alto impacto ambiental. Como médico, como ciudadano, como padre, no me gusta la megaminería. Ahora, si fuera rector, no primará mi voluntad. No creo en actitudes mesiánicas; lo que pienso lo sostengo, incluso ante su grabador. Pero es mi deber moral oír en audiencia pública las razones en pro de una y de otra, y recién decidir. Y si no queda claro en la audiencia, iremos a un referendo.